Su cama era la húmeda tierra y sus posesiones mundanas estaban contenidas en una pequeña mochila: un portátil, auriculares y sus documentos de identidad falsos. Pero Andriy no se arrepentía de su decisión de huir a las Montañas Cárpatos.
En el camino hacia Rumanía, ya lleno de pertenencias abandonadas de jóvenes hombres, Andriy -no es su nombre real- había dejado su ropa de repuesto unas horas después de comenzar su caminata. Más tarde, tiritando bajo una manta de hojas, lamentó esa decisión. Sus piernas le dolían y aún le quedaban muchas millas por escalar. La alternativa, él creía, era una sentencia de muerte.
A mediados de abril, a Andriy, de 26 años, le entregaron un aviso de reclutamiento mientras estaba de compras en Lviv, convirtiéndolo en uno de los miles de jóvenes atrapados